¿Alguna vez te has planteado si tus expectativas te hacen realmente feliz o te causan más preocupaciones? Es común que tengamos metas y sueños que nos gustaría alcanzar, pero también es importante cuestionar si estos objetivos realmente nos llevan a encontrar la felicidad. En este artículo descubrirás por qué dejar de lado tus expectativas podría ser un camino hacia una vida más plena y satisfactoria. ¡Sigue leyendo y sorpréndete!
Bienaventurado el que nada espera, porque nunca será defraudado. – Alejandro Papa
La mente humana es una cosa milagrosa; puede pensar críticamente, puede imaginar, puede planificar. Puede mirar hacia el futuro y tratar de predecir resultados probables.
Solo que sus predicciones a menudo son incorrectas.
Y cuando esto sucede, la mente humana tiende a maldecir su suerte como si hubiera sido tratada injustamente de alguna manera.
Cuando pensamos que sabemos cómo se desarrollará un evento o cómo actuará una persona en particular, y ocurre algo diferente a esta expectativa, se rompe el futuro que habíamos imaginado.
A menudo, cuando la realidad no coincide con nuestras expectativas, nuestra mente responde de manera negativa. Nuestra paz se rompe y nuestros niveles de felicidad caen.
¿Por qué sucede esto y qué podemos hacer en su lugar para prevenir este malestar mental? Investiguemos…
Decepción
Uno de los dos sentimientos centrales que surgen después de que nuestras expectativas no se corresponden con la realidad es la decepción.
Este nuevo resultado puede no ser peor que el que teníamos en mente, pero debido a que es diferente, nos sentimos algo desinflados.
Sentimos que no hemos recibido lo que esperábamos, y que de alguna manera debe ser peor, incluso cuando tiene consecuencias similares para nuestro bienestar.
Podemos sentirnos tristes; triste que se nos haya negado nuestros deseos; triste porque no podremos experimentar el resultado esperado; triste que tal vez esa oportunidad se haya perdido para siempre.
Y si el resultado real es materialmente peor para nosotros, estos sentimientos de tristeza y decepción pueden ser aún más intensos.
La decepción es especialmente probable cuando tenemos expectativas poco realistas de un resultado positivo; cuando somos optimistas a pesar de la conclusión más realista y probable de los acontecimientos.
Ponemos nuestras esperanzas en la posibilidad externa de que suceda algo bueno, y nos sentimos completamente derrotados cuando no sucede.
Resentimiento
La otra respuesta emocional y mental primaria a las cosas que no salen como esperábamos es el resentimiento.
Es entonces cuando nos sentimos tratados más injustamente. Aquí es cuando nos sentimos engañados, mentidos, incluso insultados.
La pura indignación de tener altas expectativas que no se cumplen puede resultar en ira y frustración.
Esta respuesta podría ser más probable que la decepción en los casos en los que sienta que tenía todo el derecho de tener altas expectativas de algún evento o persona.
Mal servicio al cliente, trato inadecuado por parte de personas en puestos de responsabilidad, una experiencia que va en contra del consenso general de los demás: todos estos son ejemplos de momentos en los que puede resentir el resultado.
El resentimiento también es más común que la decepción cuando la situación es más blanca o negra; donde hay un buen resultado definitivo (como se esperaba) y uno o más que son claramente malos. Un resultado igualmente bueno, pero inesperado, en realidad no existe.
Cuando nuestras expectativas son negativas
Los sentimientos de decepción y resentimiento se asocian generalmente con una perspectiva optimista que posteriormente se niega.
Pero hay otra forma en que nuestras expectativas impiden nuestra felicidad: cuando son demasiado negativas.
Esto va más allá del pesimismo hasta el punto en que no solo nos preparamos para la posibilidad de que suceda algo malo, sino que esperamos activamente que suceda.
El resultado es algo con lo que muchas personas se enfrentan: ansiedad anticipatoria.
Cuando nos convencemos de la probabilidad de que nos ocurra algo malo, nos ponemos en un estado de hipervigilancia e incluso de pánico. Nuestros cuerpos responden a las señales del cerebro y esto perpetúa nuestra angustia mental.
Existimos en un estado de preparación; la respuesta de lucha, huida o congelación. Solo que nos estamos preparando para una eventualidad, no para una certeza.
Muy a menudo, somos la causa de nuestros propios sentimientos de miedo, estrés y pánico. Nuestras expectativas nos despojan de nuestra paz interior, de nuestra capacidad de disfrutar el momento.
Nos convencemos de la importancia de ciertas cosas, incluso cuando tienen poca influencia sobre los acontecimientos o cualquier otra persona que pueda estar involucrada.
Cuando finalmente llega el resultado, y cuando es más positivo de lo que pensábamos (que a menudo tiende a ser), la ansiedad que sentimos de antemano ha pasado factura a nuestra mente y cuerpo. Ya no podemos apreciar plenamente el final feliz; todo lo que sentimos es alivio teñido de agotamiento.
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Los dos tipos de expectativas
Si bien todas las expectativas involucran un elemento futuro, se pueden clasificar de dos maneras: expectativas de eventos y expectativas de personas (aunque puede haber cierta superposición).
Con el primero, vemos un resultado particular en el ojo de nuestra mente y permitimos que esa posibilidad crezca y madure cuanto más la imaginamos.
Si esta expectativa no tiene una fecha de finalización establecida, podemos continuar atribuyéndole significado hasta que finalmente nos veamos obligados a enfrentar su imposibilidad final, momento en el cual los sentimientos de decepción o resentimiento serán intensos.
O, si el evento en sí es de gran importancia para nosotros, podemos tener sentimientos igualmente fuertes.
En términos generales, cuanto más tiempo uno tiene una expectativa en su mente, y cuanto más importante es un evento, más lejos tienen que caer las emociones de uno si no resulta como se esperaba.
Cuando se trata de personas, tendemos a formar expectativas sobre cómo actúan o cómo se sienten. A menudo, proyectamos sobre ellos cómo nos sentimos o cómo actuaríamos en una situación dada, creyendo que se sentirán o actuarán de la misma manera.
Y la decepción o el resentimiento llega cuando descubrimos que no sienten como nosotros o actúan de una forma diferente a como lo hubiésemos hecho nosotros.
Alternativamente, podemos tener creencias particulares basadas completamente en lo que otras personas nos han dicho, solo para descubrir que no nacen de nuestra propia experiencia de este individuo.
Y tampoco tiene que ser a personas concretas a las que atribuyamos expectativas. Pueden ser organizaciones como marcas, departamentos gubernamentales, religiones o incluso equipos deportivos.
Puede ser que personas específicas dentro de estas organizaciones actúen de una manera diferente a nuestras expectativas, pero tendemos a aplicar nuestra decepción y resentimiento a la organización responsable de ese individuo tanto como al individuo mismo.
Aprendiendo a dejar ir las expectativas
Para responder mejor a todos y cada uno de los resultados, independientemente de si los esperaba, puede comenzar a trabajar en su propia mente, sus patrones de pensamiento y sus respuestas emocionales.
Hay ciertos rasgos que uno puede nutrir y desarrollar para disminuir la necesidad de predecir el resultado y mejorar su capacidad para responder a él, sea lo que sea.
Algunos de estos rasgos incluyen:
1. Apertura de mente: si puedes permanecer abierto a las muchas posibilidades de la vida en lugar de obsesionarte con un solo futuro, minimizarás cualquier sentimiento de decepción y resentimiento.
2. Resiliencia: una de las mejores maneras de evitar atarse a una expectativa particular es construir un yo inquebrantable y resistente. Si sabe que puede manejar cualquier situación, sentirá menos necesidad de elegir un resultado particularmente positivo en su mente.
3. Realismo: al basar sus pensamientos en una base sólida de realismo, no vinculará su bienestar emocional a un futuro improbable. Estará al tanto y estará preparado para la miríada de resultados más probables.
4. Autoestima: un ingrediente vital para una mente más resistente es la autoestima. Si puede crecer en la creencia y la confianza en sí mismo junto con un amor propio saludable, estará equipado para manejar cualquier cosa que la vida le depare.
5. Gratitud: una forma efectiva de evitar los sentimientos discutidos anteriormente es tratar de encontrar aspectos positivos en cualquier resultado. Si puede mirar el lado positivo desde una mentalidad de abundancia, descubrirá que no tiene necesidad de sentirse deprimido o enojado.
6. Aceptación: en lugar de creer que puedes controlar cada detalle de tu vida, puedes practicar la aceptación de todo lo que se te presente. Es esto o tratar de negar el resultado y luchar contra él, lo cual es un esfuerzo totalmente inútil.
7. Alegría: a veces tienes que tomarte la vida con menos seriedad y reconocer que una sonrisa y un sentido de la aventura hacen mucho para sacar lo mejor de cualquier situación.
8. Atención plena: si puede dejar de pensar demasiado en eventos futuros inciertos y simplemente concentrarse en el momento presente, puede reducir la ansiedad que siente de antemano.
A menudo se dice que debemos “esperar lo inesperado”, pero este no es el mejor consejo jamás dado.
Por un lado, sí, debemos estar preparados para afrontar cualquier eventualidad sabiendo que el futuro no se puede predecir con mucha precisión.
Por el otro, se nos aconseja que, no obstante, tengamos una expectativa. Para esperar lo inesperado, uno tiene que permanecer alerta y listo para actuar. Pero la vigilancia no conduce a la paz.
Tal vez deberíamos abrazar el mensaje de la cita que abrió este artículo y evitar formar expectativas por completo. Esta cita de cierre también es muy pertinente:
La paz es el resultado de volver a entrenar tu mente para procesar la vida tal como es, en lugar de cómo crees que debería ser. – Wayne Dyer
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¿Por qué las expectativas pueden ser perjudiciales?
Cuando establecemos expectativas para nuestras vidas, nos enfocamos en un resultado ideal y buscamos alcanzar ese objetivo a toda costa. Puede ser una promoción en el trabajo, una relación perfecta o la casa de nuestros sueños. Sin embargo, cuando no alcanzamos estas expectativas, nos sentimos decepcionados, frustrados y desanimados.
¿Qué sucede cuando dejas de lado tus expectativas?
Cuando dejamos de lado nuestras expectativas, somos capaces de abrirnos a nuevas posibilidades y oportunidades que nunca habríamos considerado. Nos permitimos experimentar y descubrir cosas nuevas sobre nosotros mismos y el mundo que nos rodea. En lugar de estar limitados por lo que creemos que deberíamos ser o tener, comenzamos a disfrutar de lo que ya tenemos.
¿Cómo se relaciona esto con la felicidad?
Cuando dejamos de lado nuestras expectativas, eliminamos la presión constante de perseguir un resultado específico. En lugar de tener una mente cerrada, estamos abiertos a cualquier cosa que la vida nos presente. Esto nos permite disfrutar del presente y apreciar las pequeñas cosas de la vida. Cuando apreciamos lo que ya tenemos, en lugar de centrarnos en lo que queremos tener, somos más felices.
- La felicidad se encuentra en el presente, no en un futuro idealizado.
- Cuando dejamos de lado nuestras expectativas, abrimos la puerta a nuevas posibilidades.
- La presión constante de perseguir nuestras expectativas puede ser perjudicial para nuestra salud mental.
En conclusión, dejar de lado nuestras expectativas puede ser difícil al principio, pero es una forma efectiva de encontrar la felicidad. Al abrirnos a nuevas posibilidades y apreciar lo que ya tenemos, podemos disfrutar del presente y encontrar alegría en las pequeñas cosas de la vida.