El concepto de «yo social» es uno de los más fascinantes e importantes en el campo de la psicología. Se refiere a la manera en que construimos nuestras identidades a través de nuestras relaciones sociales y el papel que juegan aquellos que nos rodean en la formación de nuestra personalidad. En este artículo, explicamos qué es el yo social, sus principales características y ejemplos de cómo funciona en la vida diaria. ¡Sigue leyendo para descubrir todo lo que necesitas saber sobre este interesante tema!
Si te interesa la psicología, es posible que hayas encontrado referencias al yo social. Pero, ¿qué significa exactamente el término? En este artículo, veremos cómo los psicólogos han definido el yo social y cómo influye en las interacciones sociales.
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¿Qué es el yo social?
El yo social es un término amplio y existen múltiples definiciones. Aquí hay una descripción general de lo que el yo social puede significar:
Las definiciones de la APA del yo social
La Asociación Americana de Psicología tiene tres definiciones del yo social. La primera definición es:
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“Aquellos aspectos de la propia identidad o autoconcepto que son importantes para las relaciones interpersonales y las reacciones de otras personas o están influenciados por ellas”.[1]
Por ejemplo, puede identificarse como seguidor de un equipo deportivo en particular. Esta identidad es parte de su yo social porque es importante para sus relaciones y afecta la forma en que interactúa socialmente con otras personas. Tal vez te guste hacer amigos o salir con personas que apoyan al mismo equipo, o quizás no te gusten las personas que apoyan a un equipo rival, incluso si no las conoces muy bien.
La segunda definición del yo social es más simple:
“Comportamiento característico de una persona en situaciones sociales”.[1]
Por ejemplo, tu yo social puede ser una personalidad extrovertida y extrovertida o una persona introvertida reservada. Pero el yo social no es completamente consistente; puede cambiar su comportamiento para adaptarse a diferentes situaciones sociales.
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Esta es nuestra definición favorita del yo social, porque es simple e intuitiva.
La tercera definición de la APA del yo social es:
“La fachada que un individuo puede exhibir cuando está en contacto con otras personas, en contraste con su ser real”.[1]
Esta definición reconoce que tu yo social puede no ser siempre auténtico. La mayoría de nosotros hemos tenido la experiencia de ponernos una máscara en una situación social o tratar de encajar ocultando quiénes somos realmente o cómo nos sentimos. Por ejemplo, es posible que un día te sientas deprimido o preocupado, pero escondas tu ansiedad y pretendas estar feliz cuando salgas con un grupo de amigos.
La definición de Sapien Lab del yo social
Un grupo de investigadores de una organización sin fines de lucro llamada Sapien Labs creó recientemente una herramienta para medir la salud mental en general: el cociente de salud mental (MHQ). La herramienta mide seis categorías de salud mental, incluido el «yo social».
Según los investigadores, el yo social es:
“La capacidad de interactuar, relacionarse y verse a uno mismo con respecto a los demás. Incluye factores como la confianza, las habilidades de comunicación, la autoestima, la imagen corporal, la empatía y la construcción de relaciones. Las formas anormales de funcionamiento social incluyen agresión excesiva no provocada, una fuerte sensación de estar separado de la realidad o intenciones suicidas”.[2]
Esta definición difiere de la forma en que los psicólogos (y la APA) normalmente describen el yo social. Aquí, el yo social se define como una colección de comportamientos, habilidades y actitudes que se pueden medir usando una escala. Una puntuación alta sugiere que una persona tiene un yo social fuerte, lo cual es importante para una buena salud mental y relaciones satisfactorias.
Ejemplos del yo social en acción
Como se mencionó anteriormente, nuestra definición preferida del yo social es «el comportamiento característico de una persona en situaciones sociales».
En este capítulo, nos basaremos en varias teorías y modelos psicológicos para mostrar cómo el yo social puede cambiar y desarrollarse.
El yo social y la pertenencia a un grupo
Tu yo social está parcialmente moldeado por los grupos con los que te identificas. Por ejemplo, si estás estudiando en Harvard, “estudiante de Harvard” puede ser una parte importante de tu personalidad social. O, si eres profesor, tu profesión puede ser una gran parte de tu identidad.
Este tipo de identificación grupal puede cambiar su comportamiento en situaciones sociales. Específicamente, da forma a la forma en que tratas a otras personas. Por ejemplo, tendemos a preferir a las personas que son miembros de nuestro grupo. Nos gusta sentirnos bien con nosotros mismos. Al favorecer a los grupos a los que pertenecemos, podemos aumentar nuestra autoestima. Si pensamos que los miembros de nuestro grupo son maltratados, podemos sentirnos enojados por ellos.[3]
El yo social y las comparaciones
Tu yo social se basa en parte en etiquetas e identidades, como «inteligente» o «gracioso». Pero estas etiquetas no son significativas si no sabemos cómo nos comparamos con los demás. Para ayudarnos a decidir si realmente tenemos un rasgo determinado o si realmente encajamos en una categoría determinada, podemos usar comparaciones sociales.
Tendemos a hacer dos tipos de comparaciones: comparaciones sociales hacia arriba y comparaciones sociales hacia abajo.
- Las comparaciones sociales ascendentes implican compararnos con personas que parecen ser mejores o más exitosas que nosotros de alguna manera, por ejemplo, “Ella gana tres veces más que yo. ¡Ella es mucho más ambiciosa que yo!”
- Las comparaciones sociales negativas implican compararnos con personas que parecen estar peor, por ejemplo, “¡¡Comparados con sus hijos, mis hijos son mucho más obedientes!! Probablemente soy un mejor padre”.
Como regla general, las comparaciones sociales ascendentes nos hacen sentir peor con nosotros mismos, y las comparaciones sociales descendentes nos ayudan a sentirnos más positivos acerca de quiénes somos.
Pero las comparaciones sociales ascendentes no siempre tienen efectos negativos en su comportamiento y sentimientos; incluso pueden ser beneficiosos.[4] Por ejemplo, si sientes envidia de alguien porque tiene un grupo de amigos cercanos, este podría ser el empujón que necesitas para comenzar a desarrollar tus habilidades sociales.
El yo social y la autopresentación
Tu yo social puede adaptarse, dependiendo de quién esté cerca. Es posible que muestres un conjunto particular de comportamientos o rasgos, como confianza, cuando estás cerca de amigos, pero no cuando conoces a los padres de tu nuevo novio o novia por primera vez.
La mayoría de las personas adaptan su comportamiento (ya sea consciente o inconscientemente) para causar una buena impresión en los demás. Esto se llama autopresentación.[5]
Por ejemplo, cuando vaya a una entrevista de trabajo, probablemente quiera que el entrevistador piense que usted es profesional, inteligente y concienzudo. Puede hacer un esfuerzo especial para llegar a tiempo, presentarse con su nombre y segundo nombre, estrechar la mano del entrevistador y hablar de manera formal (p. ej., sin jerga ni blasfemias).
Pero si vas a conocer a alguien en una fiesta, es posible que quieras parecer amigable, divertido y cálido. Para crear esta impresión, puede sonreír, reír, hacer bromas, dar cumplidos y hablar sobre temas ligeros.
Ajustar su comportamiento de esta manera puede ser una habilidad útil. Es una parte completamente normal de la interacción social y no significa necesariamente que seas falso o manipulador.
Diferencias individuales en la autopresentación
Algunas personas se sienten cómodas cambiando sus comportamientos para adaptarse a una situación social. En otras palabras, su yo social es más flexible. En psicología, se les conoce como autocontroles elevados. Otros, conocidos como autocontroles bajos, tienen menos probabilidades de ajustar su comportamiento para adaptarse a su audiencia.[6]
Los autocontroles altos están dispuestos y son capaces de encajar con otras personas; se pondrán una máscara o actuarán si creen que obtendrán aprobación. Los autocontroles bajos tienen menos probabilidades de hacer esto. En cambio, usan sus estándares personales para decidir cómo actuarán.
Por ejemplo, un autocontrol alto podría restar importancia a sus creencias políticas si quiere impresionar a alguien que tiene puntos de vista diferentes. Un autocontrol bajo sería más probable que expresara sus puntos de vista y defendiera sus creencias.
Teoría de la autoexpansión
Cuando conocemos a alguien, ya sea platónica o románticamente, tenemos la oportunidad de compartir sus identidades y experiencias.[7] Estas nuevas identidades y experiencias pueden cambiar las ideas que tienes sobre ti mismo. Cuando cambia la imagen de sí mismo, su yo social también puede cambiar.
Por ejemplo, podrías empezar a salir con alguien a quien le encanta esquiar y podrías desarrollar tu propia pasión por el deporte. Con el tiempo, es posible que empiece a pensar en sí mismo como “un entusiasta del esquí”. En situaciones sociales, es posible que desee hablar sobre el esquí, presentarse como un entusiasta del esquí y encontrar otras personas con las que esquiar.
O puede convertirse en amigo cercano de alguien que le presenta un nuevo conjunto de creencias políticas que cambia su visión del mundo. A medida que te familiarizas con la forma de pensar de la otra persona, es posible que comiences a considerarte liberal en lugar de conservador o viceversa, lo que podría reflejarse en las cosas que les dices a los demás.
Las relaciones cercanas con otras personas también pueden brindarle acceso a más conocimiento, estatus social, posesiones, riqueza o membresía en una comunidad. Por ejemplo, si se hace amigo de alguien que es muy respetado en su comunidad empresarial local, podría ayudarlo a establecer conexiones profesionales valiosas.
Los psicólogos que propusieron esta teoría no creen que tengamos relaciones porque queremos aprovecharnos de otras personas. Cuando llegamos a conocer a alguien, no siempre somos conscientes de nuestras propias motivaciones.[7] También tendemos a ayudar a las personas que nos ayudan; la mayoría de las amistades se basan en un equilibrio entre dar y recibir.
El sesgo del etiquetado
Su yo social se ve afectado por las etiquetas, tanto las etiquetas que otros le dan como las etiquetas que se da a sí mismo. Estas etiquetas pueden tener un efecto directo en su comportamiento en situaciones sociales.
La mayoría de nosotros hemos sido etiquetados en algún momento. Las etiquetas pueden ser informales (p. ej., «malo en matemáticas» o «emocional») o formales (p. ej., «alguien diagnosticado con depresión»). Estas etiquetas pueden influir en lo que otras personas esperan de nosotros. En psicología, este efecto se conoce como sesgo de etiquetado.
Las etiquetas que nos dan otras personas también pueden convertirse en profecías autocumplidas.[8] Podemos comenzar a cumplir con las expectativas de otras personas (con o sin conciencia). Por ejemplo, es menos probable que hablemos en situaciones sociales si otras personas nos han etiquetado como «tranquilos» o «tímidos».
A veces, podemos interiorizar una etiqueta y hacerla parte de nuestra identidad. Esto se llama «autoetiquetado». Por ejemplo, un estudio encontró que los adolescentes a los que se les había diagnosticado una enfermedad mental y usaban el diagnóstico como etiqueta tenían una autoestima más baja que los que no.[9]
Teoría de la autodiscrepancia
La teoría de la discrepancia del yo propone que no tenemos uno sino tres yoes: el yo real, el yo ideal y el yo del deber ser.[10]
- El yo real es tu idea de quién eres ahora mismo. (Por ejemplo, podrías pensar que eres un empleado trabajador, un amigo razonablemente bueno y un socio promedio. Este yo incluye las cualidades que crees que otras personas ven en ti).
- El yo deber ser es la versión de ti mismo que crees que otras personas quieren o esperan. (Por ejemplo, podrías pensar que tus padres quieren que tengas un trabajo muy bien pagado).
- El yo ideal es la versión de ti mismo que te gustaría ser. (Por ejemplo, es posible que desee ser mucho más extrovertido o desee ser más inteligente).
Estos yos pueden influir en tu yo social. Por ejemplo, si su yo ideal es extrovertido y divertido, puede hacer un esfuerzo especial para estar a la altura de ese ideal contando más chistes o esforzándose por entablar una conversación con amigos potenciales. O digamos que sus parientes le dan un gran valor a la etiqueta formal. Puede tener especial cuidado en cuidar sus modales cuando los visite, porque su propio yo es extremadamente cortés.
Estos tres yos no siempre coinciden. Por ejemplo, supongamos que su yo ideal trabaja para una organización sin fines de lucro y lleva un estilo de vida modesto. Sin embargo, si crees que tus padres quieren que tengas un trabajo corporativo de alto nivel y que ganes mucho dinero, tu yo deber ser no comparte los mismos objetivos.
La psicóloga detrás de la teoría de la autodiscrepancia, Tory Higgins, creía que cuando estos yos no están alineados, podemos sentirnos incómodos.[10]
Por ejemplo, si hay una gran brecha entre nuestro yo real o ideal y nuestro yo deber ser, podemos sentirnos en conflicto, culpables o desleales. En el ejemplo anterior, es posible que te sientas mal porque el estilo de vida que te gustaría llevar no coincide con lo que tus padres quieren para ti.
El yo del espejo
De acuerdo con la teoría del yo del espejo, la imagen que tenemos de nosotros mismos se basa en parte en cómo creemos que nos ven los demás. Por ejemplo, si mucha gente dice que eres un músico talentoso, es posible que comiences a verte de la misma manera.
Cuando basamos nuestra autoimagen en lo que creemos que otras personas piensan de nosotros, podemos cambiar la forma en que nos comportamos con los demás y cómo respondemos a las situaciones sociales. En otras palabras, nuestro yo social cambia. Podemos empezar a buscar pruebas que respalden o desacrediten las ideas que tenemos sobre nosotros mismos. Dependiendo de cómo nos respondan los demás, podemos ajustar nuestra propia imagen.
He aquí un ejemplo: supongamos que su amigo le presenta a un par de sus otros amigos. Crees que eres capaz de causar una buena primera impresión porque varias personas han dicho cosas como «Siempre te encuentras bien cuando conoces gente nueva» en el pasado.
A medida que entable una conversación, probablemente tomará nota de cómo le responde todo el mundo. Si parecen amistosos y felices de estar en su compañía, se confirmará su imagen de sí mismo como una persona que puede causar una primera impresión positiva. Pero si sus nuevos conocidos se ven incómodos, puede comenzar a preguntarse: «¿Realmente me veo bien cuando hablo con gente nueva?»
La teoría original del espejo se propuso en 1902.[11] Desde entonces, otros investigadores han probado la teoría y la han ampliado.
Por ejemplo, un estudio de 2003 publicado en la revista Social Forces encontró que la relación funciona en ambos sentidos: aunque nuestro sentido de identidad se ve afectado por el comportamiento de otras personas, nuestro comportamiento también determina cómo nos ven. A través de un comportamiento coherente, podemos cambiar nuestra reputación. Con el tiempo, la idea de alguien más sobre quiénes somos puede comenzar a alinearse con nuestra propia percepción.[12]
La cultura y el yo social
Tu yo social está influenciado por tu cultura. Desde que nacemos, recibimos poderosos mensajes de las personas que nos rodean sobre cómo debemos definirnos y cómo debemos comportarnos con los demás.
Los psicólogos suelen hablar de culturas “individualistas” o “colectivistas”. Como regla general, en las culturas individualistas, se alienta a las personas a pensar en sí mismas como seres independientes con una colección única de rasgos. La independencia y la ambición se consideran cualidades positivas.
Sin embargo, en culturas más colectivistas, las personas aprenden a pensar en sí mismas en términos de sus relaciones con los demás. Se valora mucho la modestia, la gratitud, la lealtad, los lazos interpersonales y el espíritu comunitario.[13]
Nuestro trasfondo cultural impacta la forma en que nos vemos a nosotros mismos. Es más probable que alguien que haya crecido en una cultura individualista se concentre en los rasgos de su personalidad cuando se describa a sí mismo (p. ej., «Soy trabajador, religioso, confiado y amigable»), pero alguien de una cultura colectivista podría definirse a sí mismo principalmente en términos de sus relaciones (p. ej., “Soy el hijo de X, el esposo de Y’z y trabajo para Z”).
En situaciones sociales, es más probable que las personas de culturas colectivistas busquen la armonía del grupo en comparación con las personas de culturas individualistas, que están más dispuestas a expresar sus deseos y necesidades personales.
Si ha crecido en una sociedad individualista, puede sentirse cómodo usando un estilo de comunicación asertivo y audaz y discrepando abiertamente con otras personas, incluso cuando están trabajando juntos en un equipo. En otras palabras, su yo social puede ser extrovertido, directo y egoísta.
Sin embargo, si se siente más cómodo con las normas colectivistas, su yo social puede ser más conformista y maleable. En comparación con las personas de una cultura individualista, las personas de culturas colectivistas suelen tratar de evitar las confrontaciones y demandas directas.[14] Al presentar una crítica o un punto de vista alternativo, pueden tener especial cuidado en expresar su opinión con tacto que deje en claro que no quieren avergonzar o socavar a los demás.
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¿Qué es el Yo Social?
El Yo Social es un concepto utilizado principalmente en psicología y sociología para referirse al componente social y cultural que influyen en la construcción de la identidad personal de un individuo. En otras palabras, es cómo los demás nos perciben y cómo nos ajustamos a las expectativas sociales que se nos imponen.
Características del Yo Social
El Yo Social se caracteriza por ser un constructo en constante cambio y evolución, ya que se ve influenciado por factores externos como la edad, la cultura, las normas sociales, las relaciones interpersonales y el entorno en el que se desenvuelve cada individuo.
Además, el Yo Social se compone tanto de elementos conscientes como inconscientes, lo que significa que muchas veces no nos damos cuenta de cómo las presiones sociales nos afectan y moldean nuestra forma de pensar y comportarnos.
Ejemplos de Yo Social
Un ejemplo sencillo de cómo funciona el Yo Social es cuando un adolescente se une a un grupo social en el que se siente identificado y con el que comparte intereses y valores. En este caso, el adolescente puede llegar a modificar su conducta y modo de vestir para ajustarse al grupo, rompiendo así con las expectativas que antes tenía su familia o su comunidad.
Otro ejemplo claro de cómo influye el Yo Social es cuando un individuo migra a una nueva sociedad o comunidad culturalmente distinta a la suya. En este caso, el individuo deberá adaptarse y moldear su forma de vida para no sentirse excluido o rechazado por la sociedad que lo acoge.
Conclusión
En resumen, el Yo Social es un concepto que nos ayuda a entender cómo la sociedad influye en nuestra identidad y modo de vida. Debemos ser conscientes de que nuestra forma de pensar y actuar no sólo está influenciada por nuestras emociones e intereses, sino también por el entorno social en el que nos desenvolvemos.
Texto escrito por una Inteligencia Artificial